Para daros las gracias he escrito un pequeño sainete, bueno no llega a eso, una fábula que os dedico con mi cariño, un beso grande y hasta siempre:
EL
SALMÓN Y LA RANA.
Era una tarde calurosa, avanzado el oscurecer
en un riachuelo cualquiera...
en el que el azar quisiera...
que dos seres cualesquiera, se llegaran
a conocer.
Una Rana y un Salmón, se debatían en conversación,
sin llegar a conclusión...
Salmón: ¿A qué se debe el
canto de vuestra merced?
Rana: ¿No debiera
cantar, tal vez?
S: Al contrario,
oyéndole he pasado el día, escuchar su melodía
me regocija y me produce cierta alegría.
R: ¿Y ahuyento su
melancolía?... ¡está visto que hoy no es mi día!
Y su merced, ¿Qué hace en el río aparte de preguntar? ¿Acaso flotar?
Aunque me pongo a pensar y pienso, que tal vez sepa usted nadar...
S: Amiga rana, si me
permite el tuteo, ¿dudas de que sepa
nadar?
aunque no te sospecho ignorante, el gesto es un tanto feo .
R: Espero que me
disculpe y que no le siente mal.
S: ¿No nos íbamos a
tutear?
R: Disculpa mi
incorrección, ciertamente es verdad.
¿Qué tipo de pez eres tú?
S: Un salmón, “ni
doy menos, ni pido más”, como señala el refrán...
R: Pero, ¿el salmón
no es de mar?
Entretanto, el rojo del atardecer se iba tornando en negro de noche
y empezaban a asomar unas pocas tímidas estrellas, a modo de
espectadoras de tan singular tertulia...
S: Cierto, eso es
verdad, pero tengo que venir al río a desovar, y de
remate , a rematar.
R: ¿Quieres decir a
morir?
S: No va ser a descansar, aunque ahora que discurro,
me parece que es igual.
R: Lo lamento mucho
amigo, tal vez no debiera la muerte existir... en mi caso
no se muy bien que decir. Mas, ¿no conlleva eso el vivir?
Aún así, te expreso mi aflicción otra vez, amigo pez.
S: Y tú rana, ¿Qué
tipo de rana eres? me lo puedes divulgar, si quieres.
R: Muy bien, como
desees, soy un Príncipe... y ya hace muchos años que de
aquello me olvidé. Por eso, a veces canto, amigo pez.
S: ¿Hace años
príncipe fuiste? ¿Y no te volviste rey, sino rana?
No sé qué puedo decirte,
explícame pues el percance.
R: Está bien, si interés tienes, ahí va...era yo en aquel
entonces, esbelto y bien parecido, y conocí a una mujer, pero era estúpido y
presumido y de amores la dañé.
S: ¿Estúpido dijiste?
R: ¡Ya me
oíste!
Esa mujer, no sé, hechicera debía de ser y tras un trance en rana me
convertí después.
S: Es una historia
muy triste, ¿Arrepentido?
R: Aburrido.
S: ¿Ha pasado mucho
tiempo?
R: ¡Bah, ya ni me
acuerdo!
Y así prosiguió la charla durante toda la noche, y otras tantas que
que siguieron hasta que el salmón marchó para encontrarse con
su particular ciclo de la vida...
Lo que son a veces las cosas, hablando de la vida, de entre todas, estas
dos...una de ellas no tiene fin y la otra toca a su fin.
Nada parece importar, la
hermosura o juventud
ni nadar con orgullo largas
travesías,
ni recordar lo que se fue
ni pensar hacia donde se va...parece importar ya.
Lo verdaderamente anecdótico de
todo esto, es como dos seres tan distintos,
tan dispares, tan diferentes, hayan conseguido entablar una sincera
amistad,
a sabiendas de que no iba a ser muy duradera...
¡Ah! la moraleja...es verdad...pues aquí está:
“No desaproveches nunca la oportunidad de hacer un amigo, por
extrañas o raras que puedan ser las circunstancias, y sobre todo
jamás midas el tiempo”
No olvides que el ser humano sólo suele arrepentirse de dos cosas:
de las que ha hecho mal y de las que no ha podido hacer.
FIN