De
negro turbio el calor que aguarda
de
oscuridad solemne el viso de tus ojos.
Como
he de medir el tiempo de frío
que
incómodo persiste en la intemperie...
y
sin embrago mece el recuerdo quieto
aquel
rostro que de exiguo gesto se aferra a mi sien.
La
simetría de unos muros inalcanzables
y
el andén que guardó antaño, la llegada del viejo tren,
son
el amarillo y ocre que quedan de las horas
quemadas
en el sueño.
Ahora,
al besar el aire, que vacío se adorna del atardecer
me
apresuro a evocar un amor tardío
que
consiguió eclipsar las huellas de un cuerpo
que
se esconde en el tiempo.
De
negra noche y albores de azogue me
cobijo
de
la oscuridad majestuosa me envuelvo
porque
de tus ojos de sombra colmados
he
conseguido alejar mi alma...