Al
despertar el día el sol comienza a abrir sus ojos
y
casi como un espejismo, unas apagadas estrellas
van
difuminando lentamente su reflejo en la quieta marisma
es
entonces cuando el caminante, retoma su éxodo hacia el horizonte...
va dejando atrás el ayer mientras proyecta firme
el paso.
Traza
su sombra bajo el techo de un cielo efímero y aunque una vez
el
viento del sur rindiera su alma, la vida vuelve a renacer
y
el destino ahora se abraza a esa vida
como
el mar con su aliento, guía las olas hasta la orilla...
Avanza
el día y la mañana es ya un recuerdo, un sueño
que
refuerza el sentido del camino
mientras
otro sueño se torna ahora voluntad,
al
amparo de estaciones y continuos
atardeceres.
Paso
a paso se van vistiendo de identidad los espacios recorridos,
sustituyendo
en el recuerdo las estrofas de sueño y alma
que
una vez fueron recitadas...